“Pan Dulce", Galería Pasto Brasil, Curadora Florencia Qualina, 2019



Pancalismo, por Florencia Qualina

En Pan Dulce Cynthia Cohen recrea una serie de obras de su abuelo, Juan Carlos Faggioli, pinturas de pequeño formato dedicadas a retratar orquestas, interiores y naturalezas muertas realizadas sobre finales de los años 60' y mediados de los 70'; cuando desde hacía mucho tiempo gozaba fama de maestro de la pintura de caballete y se trenzaba en polémicas con los agentes de las vanguardias internacionalistas.

Cynthia retoma de manera minuciosa las imágenes que eran parte del paisaje de su infancia. Las pinta con fidelidad y capricho, en partes iguales. Sigue la paleta de colores, el ritmo de las pinceladas, replica la firma de Faggioli – emblema de originalidad y maestría – pero introduce una variación drástica: las pinturas son monumentales. Agigantadas, adquieren un nuevo giro, por momentos surrealista: pescados, huevos fritos y sandías están imantadas de un humor onírico, desconcertante. En otras escenas, brota un lirismo gozoso. Jarrones radiantes parecen decir, como F. Schlegel “Sabemos con certeza que vivimos en el más hermoso de los mundos”.

Si las pinturas de Faggioli son contenidas y se inscriben dentro de una tradición académica que defienden con tenacidad (sus batallas con Romero Brest son ejemplares sobre un posicionamiento reactivo frente a la avanzada juvenil), el trabajo de Cynthia sobre ellas es una operación conceptual acerca del género bodegón/naturaleza muerta. Es en el desvío de la copia donde aparece la singularidad, cierta clave que las define. Con la extensión que ganaron se vuelven desmesuradas, carnales, también invierten el inmemorial mandato que destinaba a las mujeres la realización de obras pequeñas. El gran formato para una artista mujer, es siempre una conquista territorial.

Faggioli, el anarquista, viajero, polemista, melómano, tuvo múltiples distinciones durante su larga trayectoria en el arte. Una muy notable fue recibir de manos de Eva Perón el Premio del XL Salón Nacional de Bellas Artes por la obra Pan Dulce. Otra, tan memorable como antagónica, fue contar con un prólogo de Jorge Luis Borges, llamado DE LA PINTURA, para una de sus exhibiciones. Allí escribió: “Todos los seres luchan con el tiempo, que finalmente los destroza y olvida; los más lo ignoran, porque les falta la conciencia del tiempo.

Ya Séneca observó que los animales viven en un presente puro, sin antes ni después; ya Yeats, partiendo de la filosofía de Berkeley, acuñó su espléndida línea: El hombre ha creado la muerte. A semejanza de las otras artes, la pintura es un medio, quizá el más eficaz y tangible de rescatar algo de lo que se llevan los siglos”. En su revisión de la lengua familiar, Cohen sigue, de alguna manera, ese camino. Volver al pasado, para inventarlo otra vez.